domingo, 2 de diciembre de 2007

Una excursión a las sierras

Hláford y yo hemos decidido que no podíamos ser menos que Eleder y Fiondil, que atravesaron los Pirineos en busca de extraños lenguajes.

Poseídos de un sano espíritu de emulación, nos dimos cita en lo más parecido a los Pirineos que podíamos encontrar en las inmediaciones: las sierras de Córdoba, Argentina; más precisamente en la hermosísima localidad de La Cumbrecita. Nos reconocimos de inmediato, porque él apareció vestido de radical proto-indoeuropeo, y yo ostentaba mi característico aspecto de fenómeno morfológico. Tal como habíamos acordado, intercambiamos contraseñas:

[Hláford]-Las lenguas aglutinantes favorecen la producción de alomorfos.
[Bungo]-E inhiben neologismos por retroformación.
Entonces desenfundamos nuestros magnetófonos y salimos en busca de hablantes a quienes registrar.
Los célebres Bungo y Hláford
Lamentablemente elegimos para nuestro trabajo de campo uno de los parajes más deshabitados y silenciosos que hallarse puedan en la región, de modo que debimos contentarnos con entrevistar a algunos caballos y vacas, que se mostraron singularmente esquivos.
Nada sacamos en claro de los lenguajes equino y bovino, pero al menos tuvimos ocasión de reflexionar sobre los nombres de estos serviciales amigos del hombre. Decimos equino/bovino en lugar de caballar/vacuno gracias a que el latín nos ha provisto de muchos términos por partida doble, la versión latín clásico y la versión latín vulgar.
Equus siempre me ha parecido una palabra hermosa, que lamentablemente no nos llegó si no es a través de cultismos derivados (equino, ecuestre). Caballus la desplazó a lo largo del todo el Imperio en épocas remotas (500 o 600 DC), y es por eso que tenemos cheval en Francia, cavallo en Italia, cal en rumano y hasta un kaballes en Grecia. Se sospecha que caballus es un término de origen celta, que los romanos habrían aprendido en la Galia. Originariamente se le decía caballus a un jamelgo, es decir, una bestia de carga vieja, derrengada o consumida. ¿Por qué un término con semejante connotación negativa reemplazó al señorial equus? Leo una interesante explicación en este artículo canadiense, que puede resumirse así: era común en las legiones romanas usar términos burlones para referirse a los propios pertrechos militares. Algo así sucede en las voces de germanía: nacen como términos peyorativos, y luego se los usa con el orgullo de quien asume sacando pecho su baja condición. Lo cual provoca la adopción en masa del término en cuestión por todas las capas sociales, ya que nadie quiere ser menos -o más, en este caso- que ninguno.
La consorte del caballo, sin embargo, no cayó en semejante relajación, y siguió llamándose dignamente equa, que en español dio... yegua (por si alguna vez se preguntaron la razón de tan extraño femenino).
En descargo de la palabra caballo, diré que aunque no me suene hermosa como equus, nos ha dado un derivado feliz y sugerente en cabalgar, ese verbo que evoca el acompasado resonar de los cascos del caballo.
En un artículo sobre burros y ponies comenté la relación entre los pollinos, los ponies y los pollos. Hurgando un poco más, aprendo que también los potros provienen de la misma raíz pu que indica animal jóven / hijo, raíz presente en el latín puer, del que proviene nuestro pueril, y en el lejano sánscrito putrás =hijo (donde Brahmaputra = hijo de Brahma).
Pasando a las bovinas vacas, podríamos hurgar un poquito y encontrar que el latín vacca proviene de vagire, de la misma raíz indoeuropea que dio vacati (gritar) en el sánscrito védico. Hoy vagido es el llanto de la criatura recién nacida, pero evidentemente también significó "mugido" en latín. Bovino, por su parte, proviene del latín bos-bovis, que conserva la raíz proto-indoeuropea *GWOUS presente en muchísmos descendientes vacunos (proto germánico cwon, anglosajón cu> inglés cow, sánscrito gaus, griego bous, irlandés , antiguo eslavo govedo, y sigue la lista). Curiosamente, esta raíz estaría relacionada con otra proto-indoeuropea *BA, que significaba "gritar, resonar", como en latín boao="gritar" del cual proviene nuestro Boato (ese señor casado con doña Pompa). En resumen, una vaca bovina es una gritadora que grita.

Al caer la tarde, Hláford y yo nos dimos por vencidos. Nuestras libretas seguían prácticamente vacías, aunque noté que mi compañero había completado una de las filas de la tabla de encuestados. En un momento de distracción suya le eché un vistazo a lo que había escrito.

Jerga ininteligible. Marcados problemas de pronunciación. Tendencia a divagar. Hilación deficiente y profusión de anacolutos.
Cuando le pregunté quién había sido el sujeto examinado, puesto que no nos habíamos cruzado con nadie en toda la tarde, su rostro se encendió (o más exactamente, asumió un tono punzó) y ocultó la libreta.

-Nadie, nadie. Es de un trabajo de campo anterior -dijo.

Algo en el tono de voz de Hláford tornaba la explicación poco convincente, aunque me guardé de decirlo. Seguimos caminando sin hablarnos. Hasta que mi compañero rompió el silencio.

-Bungo, se te ha caído la libreta.

-Gracias -me apresuré a decir-. Dámela, por favor.

-Veo que también realizaste una entrada en ella:

Sujeto con graves dificultades asociadas a la disglosia. Abundancia de barbarismos e idiotismos. Marcada confusión de niveles del lenguaje. Tonada completamente absurda.
-Es también de otra jornada de trabajo -expliqué en una especie de murmullo ahogado, provocado sin duda por la agitación de los empinados caminos de las sierras.

-M'hm -dijo él, lacónico.
-M'hm -agregué yo.

Como habíamos llegado al fin de nuestro camino, nos saludamos con un apretón de manos. Una vaca contemplaba nuestra despedida espantándose rítmicamente las moscas con el rabo, y me pareció que de sus labios se escapaba un mugido (o vagido) a modo de rúbrica.

-M'hm -creo que dijo.

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